viernes, 10 de noviembre de 2023

El camino del infeliz

Fue maravilloso caer en la hecatombe de mis miedos, en lo más profundo de los desencantos horrorosos de mi alma. Todos y cada uno de ellos se retorcieron cual serpientes para abrazarme en un agarre asfixiante y viscoso que me recordó a la celebración de cumpleaños que nunca tuve. Jamás me había sentido inmerso en tan aprehensivo contacto que lejos de angustiarme por la falta de aire, me pareció sumamente vivificador. Oscuras eran las aguas de mi consciencia, igual que las intenciones reprimidas que ahora, poco a poco, comenzaban a soltarse de sus ataduras. Sentí cómo los finos hilos de mi moral se rompían con una parsimonia letal, alargando el placer de verlos reventar y así liberar uno a uno a los monstruos engendrados en mi psique. Solía verlos en medio de las sombras; me estremecían con sus gruñidos y las maldiciones inentendibles que mermaban mi alma con golpes de martillo. Pero jamás les quité los ojos de encima con la esperanza de que algún día podría verlos cara a cara. La vanidad del humano no tiene fin. Y finalmente tuve de frente a mis verdugos, debía conocer a los autores de mis pesadillas para superar el miedo a la muerte.


Cuando te sabes vencido eres más fuerte, porque ya no hay nada que te ate a la vida y eres libre de hacer lo que quieras con ella; incluso entregarla a la muerte y así tampoco tiene poder sobre tí. Jamás volverá a amedrentarte con la ominosa amenaza de arrancarte la existencia pues has ido más allá, conociendo que no es más que un intercambio de aire y carbono, que solamente eres la máquina de carne que lo procesa. El resto sobra. El éxito y el fracaso son una ilusión estúpida del mundo, la mentira de la vida que, en su intento por multiplicarse, formula un teatro de banalidades para entretener las mentes y cautivar el alma a un sistema de destrucción inminente, donde la muerte solo se posterga. Somos sus tristes títeres  jugando a ser felices. 


¿Cómo había de sentirme bien? 


(El personaje cae al suelo, se lleva las manos a la cabeza enredando los dedos entre sus cabellos amenazándolos con arrancarlos de un tirón. Las hebras castañas se tensan en la raíz, los folículos intentan resistir a la fuerza. El dolor provocado no le hace ceder en su acción. El cuerpo ha fallado en su intento de defenderse, la mente está fuera de sí.)


¿Cómo esperan que encuentre la paz en un mundo que desde el primer día intentó matarme?


Escucho las risas, risas enloquecidas de multitudes que se burlan de mi miseria y de la inconsistencia de mi existencia. Esa misma vicisitud es la que me permitió escapar del sistema maniqueísta; es como no estar y ser, o quizás solamente he estado fuera de mí siendo lo que odio y por eso no lo resisto, mas no he muerto. No me he entregado ni a la vida ni a la muerte. 


¿Es esa resistencia lo que hace mi vida tan insoportable y mi muerte tan imposible? 


(El personaje termina arrancando mechones de cabello, sus folículos sangran liberando pequeñas gotas carmesí y ahora su cabeza se humedece. Sus manos finalmente bajan como derrotadas sosteniendo entre los dedos sus cabellos, desarraigados a la fuerza de su fuente de vida y perdiendo su propósito. Ahora no son más que desechos. Hay dolor pero al personaje no le importa, existe un sufrimiento interno que sobrepasa toda dolencia física. Sin embargo, observa fijamente el resultado de su acto. Sus ojos están vidriosos, saltones y la expresión es asqueada. La boca se le tuerce con desdén. Se siente identificado con los mechones inservibles que, aunque extirpados, siguen íntegros.)


Antes de poder vomitar el lamento consecuente de mi nuevo descubrimiento, dos verdugos me levantaron con sus brazos. Sus cuerpos eran rígidos, pestilentes y escamosos, cada respiración suya producía un sesido pesado; de pronto el suelo debajo de mí eran un lodo líquido y sumamente negro y me iban arrastrando allí como si de un muñeco de trapo me tratase. Aquella sustancia, en el andar descuidado con que me trasladaban, semejante a un vil desperdicio, entraba en mi boca, se untaba en mi rostro hasta penetrar las fosas nasales a fin de probar con la garganta la inmundicia en que me arrastraban. Al final, el sabor era amargo y nauseabundo. Supe que me estaba bebiendo mi propia existencia. A momentos me asfixiaba y me veía obligado a dar bocanadas cuando de repente aparecían irregularidades en la superficie, hoyos que me hacían hundir toda la cara. Les escuchaba gruñir y aunque no había manera de que les observara por la densa oscuridad que me rodeaba, sabía que meneaban sus colas reptilianas con satisfacción por lo que hacían. Finalmente me arrojaron a un lugar profundo, la caída no me rompió los huesos. Qué novedad, mis propios monstruos me habían traicionado cuando fui yo quien los liberó. Malditos. Pareciera que no saben que puedo atarlos de nuevo. 


El pozo donde estoy es profundo y se está llenando con el lodo pútrido, lentamente. Le veo escurrir desde las alturas por las paredes de mi prisión, inundando pacientemente el espacio. No sería la primera vez que me siento a punto de ahogarme. Intento trepar usando las pequeñas rocas y las salientes pero el líquido negro hace que sea resbalazido y es técnicame imposible escalar.


(En ese instante el personaje quiere apelar a la vida. Si llamase a la razón los hilos volverían a atar a los monstruos, pero algo en él ya no funciona. Como si quisiera encender una lámpara cuyo bombillo se quemó. Ante su constante negación la vida le ha abandonado, cansada de sus intentos por sembrarle subsistencia, es un caso fallido.)


No ha de sorprenderme esta traición anunciada, ella nunca me amó y yo jamás la abracé. La ambivalencia de mis deseos fue demasiada para su orgullo, creyendo que en su mano tiene el camino de cada uno de los seres vivientes. No le di el privilegio de tomar el mío. Y aunque este final sea ominoso y desgraciado, me iré con la frente en alto sabiendo que me negué a sus artimañas. Me beberé la amargura de mi existencia infeliz, me la sorberé con alegría si es necesario, hasta que mis entrañas revienten. Me llenaré de mis propias sobras.


(Dicho esto, comenzó a consumir el líquido negro, juntando ambas manos y creando un cuenco para llevárselo a la boca. Vomitó al intentar tragar, pero recogió con orgullo los desechos para repetir la operación. Se le retorció el estómago al caerle pesada aquella bomba pero no se detendría hasta morir. Apeló entonces a la muerte, al eterno descanso inesperado y temible, a la idea atormentadora de dejar de respirar para siempre. Pero también le dio la espalda. Se le abultó el estómago, lleno ya hasta la garganta impidiéndole la respiración y el líquido por encima de su cintura que continuaba subiendo cada vez más rápido.)


¿Es que tampoco soy digno de morir?

Iluso fui al pensar que al menos la muerte me recibiría. Jamás le he visto negarse a coleccionar un cuerpo frío ¿Tan despreciable soy que me he convertido en un desperdicio indigno de caer siquiera en el basurero? Llegué a creer que la muerte resultaría menos arrogante, pero me equivoqué; como hermana de la vida no debí suponer que su crianza sería diferente. Aunque en este punto ¿Qué pasará? Si ambas me han despreciado, porque yo las desprecié primero, claramente, ¿A dónde iré? Las dos son estúpidas, al final alguna deberá de tomarme, es una ordenanza divina. 


Yo gané. Alguien tiene que recogerme. Una de ustedes tendrá que ensuciarse las manos conmigo y, al tocarme, sentirán mi desdén.


(Las aguas negras terminan por cubrir al personaje, aún después de pasar por encima de su cabeza siguen cayendo  hasta llenar completamente el profundo pozo. No queda ni rastro de él, el agujero ya tampoco es visible. Se observa solamente una llanura oscura y tranquila, interminable. El cuerpo eventualmente se unirá a la pudrición, aunque, en realidad, en esta fase el cuerpo jamás existió, se trataba de una extensión del alma manifestándose en el ámbito no tangible y metafísico en el que se incrusta la concepción de la vida y la muerte. Hay una pausa. Por un rato no se sabe nada del personaje.)


Luz.

¿Hace cuánto que no la veía?

Es deslumbrante, cegadora y por alguna razón siento que me invita a la esperanza. Pero jamás caeré más en los engaños de la vida. Es tarde para intentar reconciliarse. De pronto escucho voces de personas, están alegres pero no entiendo lo que dicen. No puedo ver, solo percibo la luz. Se me hace familiar, de alguna manera. Será que… ¿Acaso esto es un nacimiento? 


(El personaje… el bebé lloró, soltando un llanto que abrió sus pulmones. Había alegría en el ambiente, claro, se percibía como un velo álgido en la atmósfera. Pero desde algún punto los dos verdugos lo observaban con una espantosa sonrisa de satisfacción plasmada en sus rostros. Sus afilados dientes irregulares les sobresalían de la boca, conformando así una visión infernal. Él aún no lo sabía, pero su condena acababa de comenzar y empezaría una y otra vez. Le sería negado el descanso de la muerte y la felicidad de la vida, por toda la eternidad.)


Parece que fue la vida quien tuvo que tomarme, pues en esta ocasión ¡Volverás a sentir mi desprecio!


(Y tú el nuestro.)


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